Quince días en la escuela republicana francesa

El propósito de mi estancia era el de observar el tratamiento de la oralidad en las clases de lenguas extranjeras, algo que pude hacer gracias a la colaboración de las profesoras de español, inglés, alemán y también francés-lengua extranjera. Me gustaría compartir algunas reflexiones acerca de lo que vi allí por si pudieran servirle de algo a alguien.

El contexto

Tours es una ciudad no demasiado grande (140.000 hab.), comercial, turística, financiera, con industria vinícola y con universidad propia. Está limpia, bien cuidada y tiene una vida cultural rica, como suele suceder en casi todos lados en Francia. El centro al que fui es un collège, o sea, un centro donde sólo se imparte la ESO, que allí dura también cuatro años pero que no son exactamente los mismos cuatro años que aquí: allí empiezan en lo que aquí es sexto de primaria y acaban en tercero de la ESO para marchar al lycée. Está dentro de la ciudad pero no en los barrios del centro, que se caracterizan por tener más status, familias con mayor poder adquisitivo. Estamos hablando de un barrio con viviendas sociales pero no infraviviendas: bloques de cuatro plantas, con parques, tranvía, mediateca,… Los profesores del centro presumían de contar con bastante variedad en las aulas. El centro no era ni muchísimo menos un ghetto donde iban a parar los alumnos pobres, sino que venían alumnos de muchos niveles socioeconómicos distintos. Y he aquí uno de los primeros rasgos a destacar: en todo momento, la búsqueda de la igualdad y la eliminación de cualquier tipo de diferencia o discriminación aparece como función de la escuela, de manera tanto implícita como explícita. Por supuesto hay mucho alumnado inmigrante o de segunda generación pero, más allá de la percepción visual, no hay mucho más que destacar sobre el asunto: nada de bandas agrupadas por procedencia étnica, por ejemplo.

La escuela republicana francesa

Ya comenté algo antes. Sin idealizaciones, porque problemas hay en todas partes: allí lo de la búsqueda de la igualdad se lo creen bastante. Lo percibe uno en las conversaciones y en las prácticas docentes, tendentes a eliminar cualquier tipo de diferencia discriminatoria. En este collège hay un pequeño internado al que van no sólo chicos y chicas del zonas rurales sino también aquellos que provienen de familias que, por la razón que sea, se estima que no van a dar a sus hijos las oportunidades de acceso a bienes culturales que todos deben tener: cine, teatro, exposiciones… Entonces, el Gobierno se hace cargo de ellos para que puedan estudiar en un entorno protegido, recibiendo además toda clase de formación extracurricular, ensanchando así sus horizontes.

Mención aparte merece la laicidad, que es directamente uno de los pilares de la República. Desde la Ley de 1905, la República confía a la Escuela (no a los poderes públicos, ni a la sociedad civil, ni al ejército…) el formar a los futuros ciudadanos en la laicidad, concebida como la neutralidad del espacio público, las instituciones, etc. ante cualquier confesión religiosa. Eso les lleva a ser tajantes: ni el más mínimo símbolo religioso por parte de funcionarios, alumnos, padres de visita, etc. en los centros públicos. Tampoco enseñanza religiosa de ningún tipo. La religión es un asunto privado. Preguntar si alguien tiene o no creencias religiosas es de mala educación, una impertinencia.

El factor humano

En general, en Francia las relaciones aun entre conocidos suelen ser más formales que en España. Así, en el francés la distinción “tú/usted” funciona perfectamente en múltiples contextos, mientras que en Español el uso del “usted” es cada vez más restringido. De alguna manera esto, aunque no sólo esto, explica el que los alumnos traten de “usted” en todo momento a los profesores. Se dirigen a ellos como “Monsieur” o “Madame” y jamás osarían tutearlos o permitirse ningún género de confianzas. Los alumnos esperan de pie al profesor en la clase, que cuando entra los saluda y les pide que se sienten. Entonces comienza la clase, en la que levantar la mano para hablar es norma habitual que no hace falta exigir. Entre colegas, los profesores se tutean pero nunca tutearían al director, a quien se dirigen como “Monsieur xxx”. El director guarda una distancia diplomática con los profesores. Cada día está en la puerta, recibiendo a los alumnos y estrechando la mano de los profesores. Luego trabaja sobre todo en su despacho y no aparece por la sala de profesores.

También hay auxiliares de todo tipo, administrativos, en la cantina, en el internado, etc. Todos son tratados de “usted” por los alumnos porque lo importante es que el rol del adulto es incuestionable. Un adulto es alguien que merece un respeto, cortesía, se le saluda con educación, se le da las gracias, se le cede el paso en las puertas, etc. Esto es lo habitual en todo momento. No hacerlo se considera una falta de respeto y una conducta merecedora de sanción. Unos colegas hablaban un día de la necesidad de tratar en el claustro el que habían sorprendido a algunos chicos de los más pequeños tuteando a los auxiliares del internado, que suelen ser gente joven. Lo paradójico de todo esto es que, aunque pudiera parecer una situación dictatorial, asfixiante, etc., antes bien, el ambiente es cordial, relajado… Los chicos conocen los límites pero saben que dentro de ellos están protegidos, seguros, con unos profesionales afectuosos, entregados, que no quieren sino lo mejor para ellos y que se vuelcan en ellos. Se sienten además especialmente resguardados y protagonistas en una institución en la que mayoritariamente quieren estar, porque son bien tratados y porque la consideran un espacio de libertad y de conocimiento. El collège está protegido con una valla que no debe superar el metro y veinte, cuyo único propósito es separar el centro de la acera. No hay noticias de que nadie haya querido saltar la valla.

La disciplina

Mis colegas se quejaban de que estaban en un centro “conflictivo” y que la dirección era muy blanda con algunos elementos. En general, el clima es agradable y hay buen ambiente. Por supuesto, los chicos franceses no son muy distintos de los españoles: hablan en clase, se ríen cuando no toca, tienen móvil, etc. Sin embargo, creo que tanto cuantitativa como cualitativamente, los problemas que tenían que enfrentar allí eran, en general, bastante menores que los que encontramos nosotros día a día. En el desarrollo normal de una clase, alguna vez hay que pedir silencio o que respeten el turno de palabra, pero muy rara vez hay que expulsar a alguien. Ocurrió una vez delante de mí y los chicos volvieron bastante avergonzados; se tuvieron que disculpar (de verdad) ante mí y ante la profesora; los padres fueron convocados a una reunión del Consejo de Disciplina por el Director, etc. Su crimen: meter la sardina que acababan de diseccionar en el laboratorio en el estuche de una compañera. Otra vez dos chicos se reían de otra alumna hasta que ésta, con toda la razón, explotó. Hubo un intercambio de acusaciones, etc. El resto de la clase me miraba avergonzados por la situación y alguno vino a disculparse al final por lo que había tenido que presenciar.

Creo que la alianza tradicional profesores-padres sigue existiendo en Francia pues la sola mención de que se les iba a poner una nota en la agenda para los padres (sólo el espacio reservado para este asunto ya era de chiste) hacía que se les cambiara la cara y en seguida todo eran súplicas, etc. Cuando suena el timbre, todos los chicos salen al patio, sacan el móvil, juegan, ríen, se empujan… lo normal, pero cuando hay un adulto delante, las cosas cambian mucho. Durante mi estancia allí, los alumnos de Troisième tuvieron que hacer un simulacro de “Brèvet”, la reválida. Al parecer uno de los alumnos sacó fotos al examen con el móvil y las subió a Snapchat. En las fotos aparecía una profesora. A pesar de que se sabía quién era, el alumno no confesó y fue imposible castigarlo. A los alumnos a los que se pille copiando en un examen oficial quedan castigados con cinco años de suspensión oficial de cualquier posibilidad de examen, incluido el de motocicleta. En general, la sanción mayor por una indisciplina es un día de expulsión. Si la cosa va a más, cambio de centro. Otro tipo de sanción frecuente: copiar el reglamento de orden interno x veces y entregar además una composición en el francés más pulido sobre las causas que motivaron la sanción, una reflexión personal sobre lo sucedido y un propósito de mejora.

Durante mi estancia allí, fui con los alumnos de la asignatura de Teatro y algunos profesores a ver el espectáculo El hombre de La Mancha. Creo que no exagero si digo que he visto muchas más veces comportarse peor a adultos en el teatro de lo que se comportaron aquellos chicos allí.

Las lenguas

Francia está inmersa ahora mismo en una reforma de su sistema educativo y más concretamente en una fase de transición. Se pretende conseguir evaluar únicamente atendiendo a unas competencias básicas y unos marcadores de carácter nacional. En el caso de las lenguas, se atiende preferentemente a un enfoque funcional y comunicativo donde el punto de partida y el de llegada es una situación comunicativa. Los contenidos gramaticales están en función de dicha situación comunicativa. No son secundarios pero sí auxiliares. Están “en función de” y no son, como en nuestro caso, el principal ingrediente de la enseñanza del idioma. Este enfoque es compartido en las clases de español, alemán e inglés que pude observar. Sólo en Francés Segunda Lengua, por razones obvias, se atiende más a la expresión escrita y la corrección gramatical. El motivo es que la mayoría de los chicos que van a esa asignatura, inmigrantes recién llegados, ya chapurrean el francés con sus amigos y lo que verdaderamente necesitan es dominarlo a la perfección, sobre todo a la hora de escribirlo, para no fracasar en las otras materias. Se considera que el perfecto dominio del francés es el mejor igualador social que pueda existir. Nuevamente, la búsqueda de la igualdad como objetivo irrenunciable.

A nivel de evaluación, la tendencia es a eliminar los exámenes y a calificar cada vez más mediante la observación en base a observación, mediante rúbricas y la actuación durante la clase; eliminar las notas numéricas y sustituirlas por comentarios.

C’est fini

En fin, que nada es perfecto, y Francia tampoco lo es, pero sí considero que en muchos aspectos están por delante de nosotros. Y, sin ponerme catastrofista, no sé en qué podríamos estar nosotros por delante de ellos. Desde luego, cada sociedad, cada sistema educativo es producto de la historia del país en el que se inserta. No creo que se pueda hacer una traslación de muchos de estos elementos sin más pero espero que estas líneas provoquen alguna reflexión y quizás alguna mejora, por el bien de todos.

José Miguel Martín

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