¿Qué posibilidades existen de que el profesorado desarrolle sistemas de evaluación formativa con su alumnado de primaria y secundaria si durante su formación inicial nunca lo ha experimentado? La respuesta es que son muy bajas. La investigación educativa ha demostrado hace ya muchos años que el profesorado tiende a utilizar en su práctica educativa los mismos métodos y sistemas de evaluación con los que le evaluaron a él siendo alumno. De esta manera, mientras en los centros de formación del profesorado se siga evaluando y calificando a través de exámenes, estamos condenando a muchas generaciones de alumnos de primaria y secundaria a seguir sufriendo sistemas de evaluación absurdos y poco educativos; donde la única finalidad es obtener una calificación, y donde la evaluación sigue sin desarrollar todo el potencial que tiene para mejorar los aprendizajes y los procesos de aprendizaje que tienen lugar en las escuelas.
Miremos ahora el problema desde otra perspectiva: si en los centros de formación del profesorado se comienzan a utilizar y a practicar sistemas de evaluación formativa y compartida con los que serán los profesores del mañana, es muy probable que dichos alumnos utilicen en el futuro sistemas de evaluación formativa y compartida, cuando comiencen a trabajar como profesores. Por tanto, es fundamental que en los centros de formación del profesorado sea cada vez mayor el número de asignaturas que utiliza sistemas de evaluación formativa y compartida y que genera innovación en las metodologías de aprendizaje y de evaluación de los aprendizajes. En otros países este importante cambio ya se ha producido hace algunos años; en el nuestro es todavía un reto pendiente.
Ahora bien, este artículo viene a demostrar que el salto ya ha comenzando, y que existe un porcentaje importante del profesorado universitario que está desarrollando sistemas de evaluación formativa y compartida en la formación inicial del profesorado. Los resultados indican que actualmente existen tres grandes tipos de docentes, que se diferencian por sus actitudes y los sistemas de evaluación que realizan:
(a)-al primer grupo le hemos llamado “Profesorado Innovador”, porque suele utilizar sistemas y procesos de evaluación formativa y continua, tiende a implicar al alumnado en los procesos de evaluación, diversifica los instrumentos y técnicas de calificación, utiliza portafolios y obtiene la calificación a partir de las diferentes actividades de aprendizaje que realiza el alumnado;
(b)-al segundo tipo lo hemos denominado “Profesorado Tradicional”, porque utiliza sistemas de evaluación sumativa y final, no implica al alumnado en los procesos de evaluación, suele obtener la calificación a través de un único examen final o, como mucho, combinándolo con algún trabajo monográfico que tiene poco peso en la nota definitiva;
(c)-al tercer y último grupo lo hemos llamado “Profesorado Ecléctico”, porque tiende a realizar pequeños procesos de evaluación formativa, desarrolla algún tipo de implicación del alumnado en los procesos de evaluación y suele combinar el examen final con otras actividades de aprendizaje y evaluación a las que otorga cierto peso en la calificación definitiva.
Otro resultado muy interesante del artículo es que estos perfiles parecen tener más que ver con el tipo y la extensión de la formación permanente del profesorado universitario que con su formación inicial o cualquier otra variable (tipo de profesor, sexo, edad, etc.). Lo cual abre un camino extraordinariamente interesante y práctico para los responsables de la calidad docente en las universidades, que indica que a mayor y mejor formación permanente del profesorado, mayor y mejor calidad docente y mayor y mejor innovación habrá en la formación inicial del profesorado. Tanto las oficinas de calidad de cada universidad, como los responsables del Ministerio de Educación, deberían tomar buena nota de ello y tomar decisiones sobre como estimular la carrera docente y la formación permanente del profesorado universitario de las escuelas y facultades de educación y formación del profesorado.
