Qué hacer en verano para que los alumnos no “desaprendan”

Se acercan las vacaciones de verano y con ellas la preocupación de los padres por el modo de organizar el tiempo de sus hijos para que no se produzca (o ésta sea leve), una “pérdida de conocimientos” durante el periodo estival. Y es que, después de 10 meses inmersos en la rutina escolar diaria, cabe la posibilidad de una “brecha en el rendimiento” (achievement gap), y que vuelvan a las aulas en septiembre sabiendo menos de lo que sabían cuando las dejaron en junio.

Los autores de este trabajo[1] sugieren además que las tasas diferenciales de la pérdida de conocimientos durante el verano contribuyen a la persistencia de la brecha de rendimiento entre los estudiantes de diferentes estatus socioeconómicos (SES en adelante). Del mismo modo, se aprecian diferencias significativas entre los diferentes niveles de SES en lo que se refiere al desarrollo de habilidades de lectura y alfabetización durante las vacaciones de verano (Downey, von Hippel, & Broh, 2004); los alumnos de un estatus más alto, en sus actividades veraniegas con carácter “académico” se verían beneficiados en el desarrollo de estas habilidades, situando a los alumnos más desfavorecidos en clara desventaja.

Borman, Benson y Overman (2005) plantean cuatro mecanismos posibles y relacionados entre sí, a través de los cuales la pérdida de aprendizaje durante el verano puede afectar diferencialmente a los hogares de bajo nivel socioeconómico.

  • En primer lugar, los padres con alto SES disponen del tiempo y los recursos financieros necesarios para invertir en el desarrollo del capital humano de sus hijos durante las vacaciones de verano.
  • En segundo lugar, las diferencias en capital social y humano pueden estar asociadas con el uso de estrategias parentales más efectivas (tiempo de conversación con los hijos, fomento de actividades de lectura, interacciones, etc.) en los hogares de alto SES.
  • En tercer lugar, parece que los padres de hogares con alto SES son más propensos a percibir que los niños y las escuelas desean la participación de los padres, creen que esa participación es beneficiosa, y tienen mayores expectativas de logro y buen comportamiento de los niños, lo que puede conducir a mayores tasas de desarrollo cognitivo durante las vacaciones de verano.
  • Por último, la heterogeneidad en la participación en las actividades de verano puede agravar las diferencias en las tasas de aprendizaje en este período, si los estudiantes de alto SES participan en tales actividades con mayor frecuencia (y mayores ganancias).

Cualquier combinación de estas fuentes de aprendizaje diferencial puede ser causa de brechas en el aprendizaje que, además, crecerían en verano a pesar de que durante el curso escolar, las actividades en unos y otros niveles sean semejantes.  La figura 1 muestra el retraso en el desarrollo que se produce en los períodos de verano en ambientes “normales” y desfavorecidos (desde el punto de vista del SES).

SyE desaprendan

Figura 1. Diferencia en el desarrollo en diferentes niveles de SES
Fuente: http://biblioteca.ucm.es/revcul/e-learning-innova/24/art1204.pdf

Está claro que durante los meses de verano pocos niños, independientemente de su SES, practican con las tablas de multiplicar y que la mayoría de ellos juegan con las consolas y ven mucha televisión. La diferencia está en las actividades de verano que realizan los alumnos de los diferentes grupos socioeconómicos. Los niños que provienen de familias con mayores recursos, participan en mayor medida en talleres de música, literatura, teatro y pintura, practican deportes y viajan al extranjero, mientras que los niños de escasos recursos no tienen acceso a esas actividades, ni siquiera a espacios recreativos estimulantes.

No se trata tanto de tener a los niños ocupados todo el día en actividades que no romperían con la rutina escolar, ruptura por otro lado necesaria, cuanto de favorecer el desarrollo de actividades que mantengan su actividad cerebral activa. Pero, ¿qué actividades son las mejores? La variedad es mucha, desde actividades artísticas (música, pintura, danza, etc.), campamentos de verano en los que el niño conoce nuevas amistades fomentando así sus relaciones sociales, o viajes para aprender idiomas y conocer nuevos lugares (Burkam et al, 2004). Otra actividad destacable por sus beneficios sobre el rendimiento es la lectura, al alcance de cualquier alumno.

El trabajo pone de manifiesto que, tanto en padres como en hijos, las diferencias en el uso del tiempo producidas por el SES se agrandan en verano, lo que puede contribuir a que aumente la distancia al volver a las aulas en el rendimiento académico entre niños de diferente SES, al producirse una mayor pérdida del aprendizaje durante el verano entre los más desfavorecidos. Según estos autores, la mayor diferencia se encuentra en el tiempo que dedican a ver la televisión en verano: los niños de hogares de bajos ingresos verían la TV casi 2 horas más al día durante las vacaciones de verano que sus pares en los hogares con más recursos. Si sumamos las horas, podemos contabilizar un período equivalente a 1 mes de escolarización, y en este sentido cabe preguntarse cómo se podría alentar a los niños y a los padres para emplear ese tiempo de una forma más productiva.

En primer lugar, sería interesante, y sin un elevado coste, dar información a los padres, especialmente a aquellos de un nivel más desfavorecido, acerca de los beneficios que tiene aumentar el tiempo que pasan interactuando con sus hijos en todo tipo de actividades planificadas. Numerosos estudios han documentado la asociación positiva de la participación de los niños en las actividades organizadas con el rendimiento académico (Covay & Carbonaro, 2010) y los logros educativos (Hardy & Gershenson, 2012). Y es que incitar a los padres a que tomen un rol activo en la facilitación de la participación de los niños en actividades de verano puede ser un enfoque rentable para cerrar la brecha en el rendimiento.

Por otro lado, la pérdida de conocimiento durante el verano junto con el uso diferente del tiempo en este período puede orientar a las autoridades a modificar los calendarios escolares, al haberse demostrado que se producirían incrementos moderados en el rendimiento académico, especialmente entre los estudiantes de bajo SES.

En suma, los resultados del trabajo sugieren que los programas y políticas de orientación académica en verano tienen el potencial suficiente como para cambiar conductas, desterrar los usos improductivos de tiempo a favor de actividades más útiles, y en definitiva, incrementar los índices de aprendizaje durante el verano, especialmente para los alumnos de entornos más desfavorecidos socioeconómicamente.

Covadonga Ruiz de Miguel (UCM). Fundación Europea Sociedad y Educación.

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