Las habilidades emocionales: hacia un modelo de evaluación más global.

Cuando se habla de evaluación, se suelen plantear en una serie de temas y cuestiones que, a menudo, son también preocupación compartida por el profesorado, los padres, los alumnos y, en general, por toda la comunidad escolar. Algunas de esas preocupaciones atañen a la cultura de la evaluación, su conceptualización o al uso que se hace de los resultados que en ella se reflejan. Recientemente, Radio Nacional de España emitió un programa sobre la evaluación educativa, en el que se encontraba representado el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. En él se puso de manifiesto el deseo de los padres y de la comunidad educativa por que la evaluación contemple habilidades que van más allá de las competencias más tradicionales.

En los últimos años, la OCDE ha aumentado sus esfuerzos por incluir en sus estudios internacionales la evaluación de un mayor número de competencias que la lectora, la  matemática y la científica. “La Resolución Colaborativa de Problemas” en el año 2015 es un buen ejemplo de ello. Asimismo, el informe PISA incluirá en su versión del 2018 la “Competencia Global”, que tratará de examinar el desempeño y compromiso del alumnado en torno a las cuestiones locales, globales e interculturales. Dentro de esta competencia, se encuentran dimensiones que guardan gran relación con las  “habilidades emocionales”, tales como la empatía, las habilidades interpersonales o aquellas que tienen que ver con el bienestar colectivo. En el marco de este nuevo modelo de evaluación se introducen en la escuela aspectos que tradicionalmente han estado fuera de ella. En el año 2022, además, España también participará en la Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana ICCS, de la IEA, que investiga el papel que desempeñan los centros educativos a la hora de preparar a los jóvenes para ser ciudadanos dentro de la sociedad.

Respecto a las habilidades emocionales, estas son aquellas relacionadas con la mejora personal (autoconocimiento, motivación, capacidad de cambio, toma de decisiones, etc.), así como todas las relativas al establecimiento de relaciones sociales positivas (empatía, comunicación asertiva, resolución de conflictos) (Bisquerra, 2013). Todas ellas, en su conjunto, conforman la Inteligencia Emocional. Este término, acuñado por Gardner en su teoría de las Inteligencias Múltiples, y popularizado más tarde por Mayer y Salovey, o Goleman, constituyó una nueva puerta hacia un tipo de educación que tuviera en consideración de forma sistematizada los aspectos socio-emocionales de la persona.

En cada vez un mayor número de evaluaciones se evalúan aspectos que van más allá de las habilidades puramente cognitivas. Así, los esfuerzos por que la evaluación y los programas educativos vayan de la mano han sido notables en los últimos años.  Ya no se tienen en cuenta exclusivamente las competencias básicas y el conocimiento académico, los aspectos socio-emocionales han adquirido una relevancia de gran calado en los centros educativos, lo que sin duda está contribuyendo hacia un modelo de evaluación más global y sistémica.