La potencia de las embarcaciones vikingas y el terror que sembraron
en sus primeras incursiones no hizo sino aumentar su leyenda de hombres
valientes y salvajes, y hace que frecuentemente se olvide qué
importantes fueron otras contribuciones suyas a la historia, como el
incremento del comercio o sus aportaciones a la poesía occidental.
La penetrante fragancia de sus sagas y la fuerza limpia de sus palabras
vive en el "Kalevala", la saga nacional finlandesa.
Kalevala
La Hija del Aire baja al mar, donde, fecundada por el viento y las olas,
se finge la madre de las olas. Un pato construye su nido y pone huevos
sobre la rodilla de la madre del agua. Los huevos resbalan del nido,
se rompen en pedazos y los pedazos se convierten en tierra, cielo, sol,
luna y nubes…
Una doncella había en el aire,
la esplendorosa Luonnotar,
que pura y virgen se mantuvo
mucho tiempo, que en castidad
vivió en el fondo de las grandes
corrientes de aire, en las llanuras
inacabables de los cielos.
Pero acabó por aburrirse,
por ver su vida sin objeto;
sentíase muy solitaria
viviendo siempre casta y pura
del aire entre las corrientes,
en los espacios infinitos.
Por fin se decidió a bajar
y se posó en las grandes olas,
en el brillante, undoso lomo
del mar. Llegó un golpe de viento,
una gran tempestad de oriente
que todo el mar cubrió de espumas,
olas enormes levantando.
Acunó el viento a la doncella,
las grandes olas la mecieron
sobre sus crestas azuladas;
el viento fecundó su seno,
quedó preñada de la ola.
Ella llevó su dura carga,
el peso de su hinchado vientre
durante setecientos años,
o las nueve edades del hombre;
mas no podía parir, el feto
del vientre no se separaba.
Madre del mar, vagó la virgen,
nadó hacia oriente y occidente,
nadó hacia el norte y hacia el sur,
hacia todo el amplio horizonte,
sintiendo arderle las entrañas,
sufriendo todos los dolores;
mas no podía parir, el feto
del vientre no se separaba.
Sollozó dulcemente y luego
habló y dijo: "Desdichada,
¿qué será de mi vida?, ¿cuál
será mi suerte, pobre niña?
Veo muy claro mi destino:
bajo el profundo cielo siempre,
seré acunada por el viento,
siempre al capricho de las olas
en estas anchas aguas, siempre
errando por el mar inmenso.
Hubiérame valido más
vivir del aire como hija
que errar, como lo estoy haciendo,
cual madre de las vastas olas,
flotar sin pausa sobre el agua.
Oh Ukko poderoso, dios
supremo, tú, sostenedor
de todo el firmamento, ven,
acude junto a quien te implora,
libérame de mis dolores,
del fuego que arde en mis entrañas;
llega volando en mi socorro
pues mi dolor no tiene espera."
Unos instantes transcurridos,
pasado un breve tiempo apenas,
llegó un pato, una hermosa ave,
con un batir brusco de alas,
buscando donde hacer su nido;
voló hacia oriente, hacia occidente,
hacia el norte y el sur: no halló
ni un mal lugar donde poder
hacer su nido, su refugio.
Anduvo un tiempo planeando
y luego así reflexionó:
"¿Haré mi nido sobre el viento,
mi casa dentro de las olas?
Mi nido el viento volcará,
mi casa arrastrarán las olas."
Entonces la madre del mar,
del aire la doncella hermosa,
sacó del agua una rodilla,
su hombro de las vastas olas,
y un sitio le proporcionó
al pato para hacer su nido.
Así el pato, la hermosa ave,
después de vuelos y más vuelos,
vio la rodilla de la virgen
sobre el azul lomo del mar
y la tomó por una mata
de yerba, por montón de musgo.
Voló más lentamente entonces,
se puso al fin en la rodilla
y en ella construyó su nido,
donde dorados huevos puso,
seis de los cuales eran de oro,
siendo el séptimo de hierro.
Entonces empezó a incubarlos
en la rodilla curva y cálida;
incubó un día, incubó dos,
tres días incubó; entonces
la madre de las aguas, virgen
soberbia de los altos aires,
notó como un calor ardiente
en su piel y que sus rodillas
y sus venas echaban lumbre.
Sacudió luego sus rodillas,
tensó con brusquedad sus miembros;
los huevos deslizáronse,
hundiéronse bajo las olas,
rompiéndose en muchos pedazos,
a mil fragmentos reduciéndose.
Mas no cayeron sobre el cieno,
no quedaron entre las olas;
se convirtieron los pedazos
en cosas útiles y buenas:
la parte baja de la cáscara
fue fundamento de la tierra;
la parte superior formó
todo el sublime firmamento;
la parte alta de la yema
se convirtió en el sol radiante;
la parte baja de la clara
fue blanca luna por el cielo;
los fragmentos multicolores,
las estrellas del firmamento,
y los pedazos de la cáscara,
oscuros, fueron nubarrones.
|