Experiencia ultraperiférica en un centro francés

Cuando pensé en buscar un centro escolar para la realización de una estancia profesional cogí un mapa de Europa y me fijé en los territorios más alejados. Entonces fue cuando vi que el departamento francés de la Isla Reunión, en medio del océano Indico, es el territorio europeo más ultraperiférico.

El siguiente paso fue contactar con un centro que me acogiera, no fue fácil, estaban tan asombrados de tal petición que apenas unos pocos me contestaron. Gracias a Lysbie Goarzin, profesora de Español del Lycée Georges Brassens, pude realizar mi sueño.

Y es que la Isla Reunión tiene unas características históricas únicas que hacen que el alumnado también sea único, y a eso también habría que sumar el hecho de que están a más de 11.000 km del corazón de Europa.Todo aquí llega con un “poco de retraso”, y aunque a priori esto pudiera ser negativo, en esta cultura nuestra tecnológica y consumista por definición, esto es mas bien una ventaja para el desarrollo personal de este alumnado tan especial que me encontré.

La Isla de Reunión se empezó a poblar a partir del siglo XVII por un puñado de  navegantes europeos y africanos de Madagascar. Después llegaron los trabajadores indios, cuando era ya una colonia francesa. Primero se cultivaba el café, después  la caña de azúcar de una forma masiva. A mediados del siglo XIX tiene lugar de la abolición de la exclavitud y a mediados del siglo XX tiene lugar la incorporación de la isla  a la República Francesa como departamento francés de ultramar. En conclusión, la población de la isla es una población fruto del mestizaje de cuatro siglos de personas provenientes de Africa, de la India y de Europa sobre todo. Eso es lo que yo buscaba, un alumnado con la diversidad más grande de toda Europa. La armonía, la tolerancia  y la aceptación es total, así como lo es la diversidad de cultos y religiones. Me reencontré con valores humanos en estos alumnos que hacía muchos años que no veía, me recordó a mi etapa de colegio, cuando había más de 40 alumnos por aula y no había problemas de comportamiento, puesto que el respeto era máximo a la figura del profesor. Esto es lo que me encontré, porque de alguna manera es como si hubiera viajado en el tiempo 30 o 40 años atrás. A pesar de este “retraso social” encontré que el Lycée Georges Brassens realiza un esfuerzo muy grande para que tecnológicamente sus alumnos y profesores no estén en desventaja respecto a la metrópoli (y al resto de Europa), para ello entrega ordenadores personales y financia la conexión a internet a todo el alumnado desfavorecido socialmente ( que es muchísimo, puesto que la tasa de desempleo es elevadísima). Asimismo encontré toda la dotación tecnológica necesaria para impartir unas enseñanzas de primer orden.

 

María Antonia Arias Quiroga