Estancia profesional en Mercato San Severino, Campania (Italia)

En Campania, además del miedo al coronavirus, del estereotipo camorrista y de las ruinas y los lugares que uno debe visitar al menos una vez en la vida, también se cumple con la vida cotidiana: se come, se trabaja, se estudia. El ISIS Publio Virgilio Marone es un ejemplo, en este último aspecto, de cómo se va trabajando de manera continua y eficiente en la educación de un país.

Pero, a pesar de lo que podría decir de mi experiencia en ese lugar, prefiero centrarme en un aspecto que influye decisivamente en todo lo académico, en todo lo laboral, en la vida entera de cada una de las personas que aquí habitan.

En Italia, como en España, el vaciamiento de los lugares extraurbanos es una constante no escrita, no vista, no reconocida. Campania, como Castilla y León, sufre esta enfermedad lenta, inexorable, que va desangrándola de todo talento y ánimo. Apice, un pueblo con nombre de aguijón, que debería servir de acicate para crecer, para construir y construirse, es, como tantos de nuestros pueblos, un erial. Dos terremotos después, el nuevo Apice se enclava a un par de quilómetros, mientras que el antiguo ha quedado para ser pasto de reaperturas de castillos y bares y restaurantes, detalles crematísticos que esconden la realidad de lo perdido. La gente desaparece pero el espectáculo continúa. El pueblo se ha desvanecido; las vistas, para todo aquel que se acerque, permanecen.