El mundo actual está dislocado y la vida familiar no escapa de esa realidad. Muchos padres y madres compensan la falta de cuidado y de atención a sus hijos con productos tecnológicos y bienes de consumo. La situación actual ha propiciado el abandono de la vida familiar, el olvido del arte de vivir en la familia, de forma que muchos padres y madres escasamente comprenden que una relación familiar satisfactoria requiere de tiempo, cuidado, acogida e intimidad. Es necesario impulsar un mayor compromiso ético para que la vida familiar vuelva a sonreír y tenga sentido.
En nuestro texto, apostamos por la familia como una comunidad ética de vida, en donde se realiza la promesa de un proyecto de vida común, no la suma de individualidades, como si cada uno hiciera su vida sin importar quién está a su lado. Si algo distingue a la familia de otro grupo humano es su dedicación al otro, el salir de sí mismo para atender a quien está a mi lado, dando de modo gratuito e incondicional lo que el otro necesita para que se sienta acogido y reconocido. De ese modo, se van fortaleciendo los lazos afectivos, tan necesarios para lograr una convivencia en donde, a pesar de las diferencias, debería predominar el cuidado responsable del otro.
Se ha impuesto una vida instrumental en las familias que ha degradado la capacidad de convivir, de pensar y de soñar, de amar y de ser amado. ¿Podemos esperar que los hijos de esta sociedad líquida, consumista e impersonal, logren aprender valores como la responsabilidad, la solidaridad, el esfuerzo, la entrega incondicional, cuando están respirando un aire tan polucionado en su ambiente familiar y están viendo ejemplos de vida destrozadas?
Las familias están necesitadas de nuevos valores para que eduquen al hilo de los tiempos. Algunas condiciones básicas: que nadie se sienta forastero (sentirse acogido y respetado); que nadie se sienta solo o abandonado (el diálogo atento y sincero como base de la convivencia); que sintamos la caricia de la presencia, el compartir alegrías y frustraciones, el tacto de saber estar y esperar del otro un des-inter-es por dar de sí lo que haya de bueno.
Ramón Mínguez Vallejos. Universidad de Murcia.
Fuente imagen de cabecera: Flickr de Utah State Library
[1] Mínguez Vallejos, R. (2014). Ética de la vida familiar y transmisión de valores morales. Revista de Educación. Nº 363. DOI: 10.4438/1988-592X-RE-2012-363-178
Así es, muchas familias delegan la educación en valores en otras entidades sociales como el colegio, guarderías… o bien son los abuelos, cuidadores y monitores de actividades extraescolares los que transmiten los valores.
Esto entraña un problema ya que en ocasiones los valores que cómo padres deseamos transmitir pueden no coincidir con los que transmiten aquellos en quién delegamos.
En muchas ocasiones son las dificultades de conciliar la vida familiar y la laboral, pero en otras ocasiones son dejadez y buscar otras «ocupaciones», restando importancia a la importancia de la vida familiar.
Muchas gracias Gema por tu reflexión sobre el tema. La educación en valores es un tema de mucho interés en el que intervienen muchas personas como tú afirmas. En el siguiente enlace puedes ver un vídeo de la profesora Núria Rodríguez-Planas del Institute for Labor Studies (IZA), IAE-CSIC y la Universitat Pompeu Fabra donde habla sobre la introducción de los niños a edades tempranas en el sistema educativo, de hasta qué punto puede sustituir a la atención materna. Puedes acceder a la información en formato texto en inglés si te es más accesible. Gracias
bonitos razonamientos inee y gema