La globalización refuerza la importancia de obtener resultados positivos en el aprendizaje de lenguas extranjeras. Por esta razón, se han desarrollado múltiples estudios para encontrar mecanismos y elementos que favorezcan la adquisición de una segunda lengua, sobre todo, del inglés. Dentro de este ámbito, existe un especial interés en los diferentes tipos de motivación: la que surge de la propia persona, la que esejercida desde el exterior, o aquella que es prácticamente inexistente.
Un nivel alto de motivación es el factor que impulsa a estudiar la lengua extranjera, y que facilita superar los obstáculos que surgen en el recorrido. En este sentido, el optimismo, aunque equivale a un fenómeno mental independiente de la motivación, parece guardar una estrecha relación con la motivación. Una persona optimista se sigue dirigiendo a alcanzar sus objetivos a pesar de las dificultades, actitud fundamental en el proceso de adquisición de una lengua extranjera, que presenta un carácter gradual y prolongado.
En consecuencia, nos interesamos en comprobar si existe alguna relación que vincule estos dos conceptos y el rendimiento académico en el aprendizaje del inglés, sobre todo, en el ámbito universitario español, ya que no hay apenas investigaciones de estas características. Para este análisis —titulado «Relación entre motivación y optimismo disposicional en aprendices de inglés como lengua extranjera en un contexto universitario»—, hemos aplicado una encuesta a estudiantes de las titulaciones de Traducción e Interpretación y de Maestro Especialista en Lengua Extranjera.
Partiendo de la hipótesis de que los alumnos más motivados y optimistas consiguen mejores calificaciones en inglés, hemos obtenido unos resultados que, ciertamente, resultan de gran interés para el ámbito educativo. Hemos encontrado que los estudiantes, en efecto, logran notas más altas cuanto más optimista es su disposición, y cuanto más motivados están, especialmente, si la motivación nace de un deseo propio. Asimismo, los alumnos más desmotivados suelen ser los más pesimistas. Sin embargo, no se dan diferencias en la motivación ni en el optimismo dependiendo del sexo, y los alumnos de ambas titulaciones se muestran aproximadamente igual de motivados y optimistas, aunque los de traductor e intérprete sí sienten una mayor atracción ante las experiencias estimulantes.
A la luz de nuestros resultados, consideramos, para concluir, que se ha de incidir más en la potenciación de la motivación y el optimismo en el aula. Es conveniente concienciar a los profesores del papel que estos factores desempeñan en la evolución académica del alumnado. Esto cobra especial importancia en estos tiempos, en que el Espacio Europeo de Educación Superior está abogando por una mayor implicación del estudiante en su propio aprendizaje. Asimismo, también sugerimos iniciar investigaciones que indaguen en mayor profundidad sobre la desmotivación —tan común en los contextos universitarios— y los factores que la provocan; así como sobre las variables de optimismo y motivación analizadas en otros perfiles.
Artículo completo en el Extra 2013 de Revista de Educación: «Relación entre motivación y optimismo disposicional en aprendices de inglés como lengua extranjera en un contexto universitario»
Félix Guillén, Jessica Pérez-Luzardo y Patricia Arnaiz-Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Fuente imagen de cabecera: Banco de Imágenes del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado (INTEF). El árbol de la ciencia: Iturrioz encuentra trabajo a Andrés (Abraham Pérez Pérez).
Los resultados del estudio parecen coherentes con la percepción compartida en general por los docentes, basada en su experiencia o creencias. Con este punto de partida, quizá lo importante es centrarnos en cómo lograr ese objetivo de motivar al alumno que ni se siente atraído por la materia ni tampoco considera que tenga una utilidad real (falta de motivación intrínseca o extrínseca). Desde mi punto de vista, el alumnado de niveles universitarios accede a estudios en los que se les supone un nivel de entrada (generalmente un nivel B1 del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas) del que carecen, por lo que se genera una espiral de rechazo y negatividad que conduce a una total desmotivación y, a la larga, a la desafección del aprendizaje de la lengua extranjera.
En algunas facultades de formación de profesorado se han puesto en marcha cursos de nivel 0 al inicio de cada curso escolar para aquellos alumnos que conocen sus limitaciones en competencias en lenguas extranjeras y desean alcanzar el nivel de entrada para poder proseguir sus estudios con normalidad. Sería interesante estudiar si estos cursos han tenido un impacto positivo en la motivación y optimismo de los asistentes y en su aprovechamiento de los cursos de lenguas extranjeras.