Nuevas metodologías en Nouvelle-Aquitaine

En una profesión como la nuestra en la que cada año es diferente (nuevos alumnos, nuevos compañeros, nuevas leyes, etc.) es habitual, no obstante, caer en la monotonía: “si mis clases funcionan, para qué cambiarlas”.

Esto es precisamente lo que uno se replantea con experiencias de este tipo.

Mi nombre es Luis Muñoz de Morales, soy profesor de Francés en Castilla-La Mancha, y durante dos semanas en mayo de 2017 he realizado una estancia profesional en el Collège Arthur Rimbaud de Latillé, en el departamento de Vienne. Partí con el objetivo y responsabilidad que todos los profesores de mi materia tenemos, es decir, no perder el contacto cultural con la francofonía. Pero he vuelto con muchos otros aprendizajes que aún a día de hoy sigo asimilando.

Las diferencias entre ambos sistemas educativos son cuantiosas. Los horarios son diferentes, la Vie Scolaire da dinamismo al centro y libera al profesor (que además tiene menos horas de clase), el respeto al adulto aún parece existir (al menos en las formas), los alumnos comen juntos en la cantina, la figura del Principal como gestor del centro, etc. Sin embargo, me centraré en el aspecto por el cual elegí realizar mi estancia en este collège: cómo funciona un centro educativo en el que llevan desde 2011 sin calificar con notas numéricas.

El objetivo de este cambio no es otro que eliminar la frustración que provoca ese “barómetro de inteligencia” en que puede convertirse la nota numérica. Además, con esto se evita la incesable competitividad que no favorece a cierto perfil de alumnado. A la hora de guiar el aprendizaje de una materia, se considera que esto será más efectivo si lo que se expone es concretamente lo que se ha de mejorar, en lugar de centrarse en un número que, en resumidas cuentas, termina siendo lo único en que padres, alumnos y docentes terminamos poniendo el foco.

Teoría aparte, lo que percibí fue la tendencia a la evaluación puntual de elementos concretos, en lugar de acumularlos todos “el día del examen”. Con ello, casi todos los alumnos se veían capaces de superar estas pruebas, combatiendo así el abandono escolar. De hecho, en algunos controles estaba permitido consultar los apuntes, lo cual, lejos de restarle seriedad al asunto, le daba más sentido, pues el alumno se ha de preocupar en tener organizado su cuaderno, saber dónde encontrar lo que se le pide y aplicarlo convenientemente.

Tuve acceso a modelos de boletines, en los que en efecto las calificaciones son indicadores precisos de lo que han de mejorar, lo cual permite al alumno saber exactamente en qué lugar del camino se encuentra y qué aspectos ha de mejorar para llegar a la meta. Esto evita la eterna comparación entre el número de “sobresalientes” del alumno brillante que desalienta a quien, por innumerables factores, no puede obtener esos resultados.

Resumiendo, estas dos semanas han resultado muy enriquecedoras tanto a nivel profesional como personal. Agradezco enormemente a todo el equipo de profesores y demás personal del centro su trato y acogida, haciéndome sentir uno más. Pero he de destacar a mi compañera y amiga Aurélie Berjaud, profesora de Español, con quien, con toda seguridad, seguiré colaborando en los próximos años.

 

 

Luis Muñoz de Morales