Estancia profesional en el Collège Aretha Franklin de Marciac, Francia

Marciac es un pueblo encantador de unos 1200 habitantes del departamento del Gers, región de Occitania. Su seña de identidad es su famoso festival “Jazz in Marciac” desde 1978, fundado por el entonces director del instituto del pueblo y ahora alcalde, Jean-Louis Guilhaumon. En 1993 también creó en el collège Aretha Franklin el llamado Taller de iniciación a la música de jazz, (cuyas siglas en francés son AIMJ). Hoy, 29 años después, 120 alumnos de 6º, 5º, 4º y 3º (desde nuestro 6º de Primaria hasta nuestro 3º de ESO) construyen un mundo mejor en forma de música de jazz.

El festival y el AIMJ han evitado la despoblación de la zona y han aportado un motivo de orgullo al pueblo. El centro supera los límites de su capacidad. Pensado para unos 120 alumnos, este curso tiene cerca de 200. De los 120 que participan en el taller de jazz, casi 70 se quedan en el internado de excelencia de lunes por la mañana a viernes por la tarde, pues vienen exclusivamente de variados lugares para cursar esta opción; incluso estando a 4 horas de viaje. ¿Y por qué? Porque durante al menos 5 horas a la semana estos alumnos aprenden más que música: aprenden a ser buenos ciudadanos en un mundo que todos quisiéramos. En estas horas experimentan un mundo de equilibrio entre las reglas y la libertad, entre la tradición y la modernidad, entre la comunidad y el individuo, entre la planificación y la improvisación. Un mundo en el que se escucha y se es escuchado, donde se puede tener iniciativa dentro del respaldo de un grupo, donde nadie te juzga por cómo eres y cómo te expresas, donde no importan tanto tus capacidades como lo que haces con ellas.

Todo eso es posible. Todo eso es el AIMJ. Se parte de un “standard” de jazz: una o varias frases musicales basadas en una escala y unos acordes. Antes de empezar a tocar es el turno de la planificación y la iniciativa: quién va a tocar cada instrumento (pues los que tocan batería y bajo tienen que tocar además alguno de viento); cuál es la estructura, quién va a hacer cada solo y en qué orden. Y entonces llega la responsabilidad individual y la armonía grupal: tocan todos juntos, cada uno su parte, unidos en un objetivo común. La técnica no es lo más importante y no es un fin en sí mismo; lo importante es el camino, el progreso, lo que cada uno puede aportar. Cada interpretación es única e irrepetible, por las improvisaciones y porque la música evoluciona según van evolucionando ellos. Con las improvisaciones entran en escena la creatividad y la libertad. No se trata simplemente de hacer lo que uno quiera: todo es posible pero dentro de una escala, dentro del pulso y en el marco de un número determinado de compases. Igual que en la vida actuamos dentro de unos límites, dentro de unas normas. En la improvisación no hay errores y cada uno aporta lo que puede según su capacidad. Da igual cuántas notas se utilicen, mientras se saque provecho de ellas. Lo que en la vida sería una utopía aquí es posible.
En el AIMJ hay creatividad, comunicación, respeto, escucha, concentración, responsabilidad, madurez, iniciativa, valentía, espíritu de equipo, de superación. ¿Qué no he visto? Competitividad, agresividad, fracaso o faltas de respeto. En lugar de la palabra mal o no, se escucha prueba con o mejor si… Los profesores sugieren, proponen y ayudan a que los alumnos sean independientes y tomen decisiones, que se escuchen, valoren y comenten lo que hacen ellos y los demás.

Los espacios contribuyen a esta forma de trabajo. Las dos salas principales de ensayo están en un edificio aparte diseñado para el AIMJ. La más grande de las dos es un semicírculo con gradas, como los teatros griegos donde comenzaron las palabras música, orquesta y armonía. También es la forma de los parlamentos o congresos, basados en otro concepto griego: la democracia. La democracia se fundamenta en llegar a acuerdos, de donde viene acorde: todos tienen que basarse en los mismos acordes. De nuevo la música y la convivencia se fundamentan en lo mismo. Cuando además de estas dos salas hacen falta otras para los desdobles se utilizan la biblioteca y un laboratorio. La colocación siempre es circular o semicircular.

La organización del tiempo es la siguiente: Todos los alumnos de esta modalidad tienen 5 horas de música a la semana, 4 más que los demás. En esas 4 horas extra los otros alumnos tienen una optativa, estudian y leen en la biblioteca.
En el AIMJ las 5 horas están distribuidas de esta manera: Los martes y jueves, durante dos horas cada día, los 30 alumnos de cada curso que han elegido esta opción, procedentes de los grupos A y B, se reúnen con los dos profesores de música del centro en el edificio del AIMJ. Cuando hace falta tocan todos juntos en la sala principal y cuando es necesario, uno de los profesores se lleva a algunos de ellos a la sala secundaria a ensayar aparte. Los instrumentos se guardan en unas salitas que hay entre medias de las dos salas de ensayo. A algunos alumnos, sobre todo de 6º, se les presta el instrumento.
Los miércoles, durante una hora cada curso, los alumnos tienen la oportunidad de mejorar en el instrumento/instrumentos que eligen o en el canto con profesores externos que contrata la asociación Jazz in Marciac; son los llamados “intervenants”. Un miércoles tienen 4 profesores: un profesor para los vientos, otro para los que tocan el piano, otro para la percusión y otro para los que eligen guitarra. El siguiente miércoles tienen de nuevo un profesor para los vientos, una profesora de canto y un profesor de bajo. Como los miércoles se forman 3 o 4 grupos de alumnos en la misma hora, se utiliza la biblioteca del centro y el laboratorio además del edificio del AIMJ. Mientras tanto, en esta hora, el resto de los alumnos que no tienen la opción jazz (unos 18 en cada curso) tiene su clase de música habitual semanal del currículo “normal”.

Estas 5 horas mínimas que todos tienen pueden ser más por las tardes de forma voluntaria. Los alumnos más implicados de 4º y 3º (nuestro 2º y 3º de ESO respectivamente) forman 4 pequeños combos de entre 5 a 7 alumnos y ensayan por las tardes los lunes o los martes. Estos combos actúan varias veces a lo largo del año en eventos de la zona.
Además, de nuevo de forma voluntaria, hay 12 alumnos que forman parte de un coro que ensaya los martes por la tarde y una Big band con unos 20 alumnos que ensaya los jueves.
Al final de curso los alumnos actúan en la sala de conciertos de 500 plazas llamada “L’Astrada”, donde también se realizan parte de las actuaciones del festival Jazz in Marciac durante unas 2 semanas entre finales de julio y principios de agosto y que también acoge una programación musical y cultural a lo largo de todo el año. Los alumnos también actúan en el festival de jazz de cada verano.
El AIMJ funciona fenomenal en sí mismo y no haría falta nada más para justificar su gran valor, pero estoy convencida de que este microcosmos de armonía se extiende a la vida en general. Al menos en el patio y en las clases de español en las que he estado he notado más respeto, educación, concentración y escucha que en los lugares donde he trabajado. Entre los alumnos he notado más alegría, creatividad, comunicación, implicación, madurez y seguridad en sí mismos.
Ojalá este programa o programas parecidos estuvieran en todas partes; al menos que hubiera más horas de música en el currículo para que hubiera más tiempo para que los alumnos toquen y canten más. Estoy segura de que los adolescentes serían más felices, estarían más preparados para la vida y serían ciudadanos responsables con más horas de música a la semana. Estoy convencida de que en los centros habría muchos menos problemas de convivencia y por extensión, creo que el mundo sería un lugar mejor.