Cuando se llevan muchos años en la profesión, un poco se pierde esa magnífica sensación que es la capacidad de sorprenderse, de experimentar emociones por nuevas maneras de hacer y de aprender. Por suerte, a veces la vida te ofrece algunas experiencias que te despiertan de nuevo la curiosidad, las ganas de saber más sobre maneras de enseñar y de aprender, de acercarte a nuevos conocimientos y sensibilidades. Si además cuando llegas a ese centro, tienes la suerte de encontrar personas fantásticas que te reciben y te acompañan en el proceso, entonces ya te puedes considerar completamente afortunado/a. Y esto es lo que me ha pasado en esta genial Estancia Profesional: partí con la idea de ya saberlo todo y he vuelto con la idea de lo mucho que me queda por aprender.
La sensación de encontrar jóvenes interesados por la cultura clásica, las lenguas y la música, el ver que lo hacen todo y que lo hacen bien, que te admiran por lo que les puedas aportar, te provoca una gran envidia y te empequeñeces delante de tal avidez de conocimientos. En ese momento recuerdas el por qué te hiciste profesor/a y no quieres que esa emoción se acabe.
Desgraciadamente esta no es la realidad que se vive en la mayoría de los centros de secundaria, pero a veces estas experiencias ocurren y yo, gracias a esta Estancia Profesional, lo he podido vivir.
Núria Picola Sancerni