Estancia profesional en el St. Michael’s College, Dublin (Irlanda)

Hola a todos, mi nombre es Ruth Rodríguez González y soy profesora de secundaria de inglés en el IES San Diego de Alcalá, en Fuerteventura. Hace un mes comencé mi estancia profesional en St. Michael’s College, Dublin (Irlanda). Este colegio se encuentra a 20 minutos en autobús del centro de la ciudad y se imparte toda la secundaria desde los 13 años hasta que acaban el bachillerato. Hay unos 45 docentes y alrededor de 500 alumnos, (solo chicos). Hay una ratio media de 25 alumnos, aunque muchas veces depende de la materia impartida y de su opcionalidad. Se trata de un centro de pago, por lo que el nivel adquisitivo de las familias es bastante alto, así como su grado de implicación. Los alumnos llevan uniforme de forma bastante estricta a excepción de determinados días del año, como el último día de clase antes de los exámenes de Navidad, que pueden llevar un jersey navideño.

Durante mi estancia pude participar activamente en las clases de español, en todos sus niveles y con todos sus profesores. Además, también observé en clases de historia, plástica y asistí a entrenamientos de rugby, deporte principal en el colegio y del que han quedado varios años campeones a nivel estatal. Gracias a mi coordinador, pude familiarizarme con los materiales y recursos utilizados en la enseñanza de la lengua extranjera que, al ser mi lengua materna, hizo que participara y ayudara muy activamente durante las clases.

Algo que me gustó mucho fue el horario del centro. El día lectivo comenzaba a las 8.45 y finalizaba a las 15.40, y estaba dividido en nueve períodos de 40 minutos con un recreo de 15 minutos tras las tres primeras clases y un segundo descanso de 40 minutos para comer tras las seis primeras clases. Aunque parece muy intenso, he de reconocer que el horario permitía al alumnado estar centrado durante esos minutos de clase y dar lo mejor de sí mismo, sin tener cabida al aburrimiento o pérdida de atención. Además, el hecho de comer en el colegio creaba una red alrededor de este, con implicación del alumnado, creación de relaciones sociales y participación en actividades extraescolares ofertadas por el centro.

La experiencia ha sido muy gratificante. Vivir dos semanas en otro centro no se puede comparar con ningún curso ni formación, pues nada puede ser tan enriquecedor como plantarse en el lugar y vivirlo en tus propias carnes. Me planteo lo que queda de curso académico como un reto. No ha sido fácil salir de un centro conocido para invadir lo desconocido, pero ha sido muy enriquecedor y creo que todos los docentes que tengan la oportunidad deberían hacerlo.